Sus sentimientos le son lo que el sol le es a un alérgico a la luz: le duelen en los ojos. Sufre de alergias y dolores, de miedos y espantos, se agazapa y llora. Piensa que tus fantasmas son suyos también, y son más de él que de nadie. Pero no hay dosis suficientes contra la cobardía en una sangre tan tóxica, tan fría, tan oscura. No hay veneno eficaz. No cabe tanto miedo en vena y el corazón desborda. Las palabras son fuego para sus oídos de ceniza: las escucha doler. Cree que vive y sabe todo. Cree. Pero sin saber apenas nada muere cada día un poco más.
"El demonio baila a mi lado sin cesar, coloca en mis manos su pincel y le da forma de mujer. Mi demonio sabe lo mismo que yo: esa mujer de vainilla no se defendió."