No estás siempre en mi mente, solo te recuerdo cuando no me acuerdo de olvidarte. Pero admito que las tardes se me hacen un poco largas desde aquel martes, y las madrugadas son interminables. No me he acostumbrado del todo a que no me den las buenas noches, te reconozco en distintas caras y siento que estás de pie apoyado en cada esquina de la calle. Se me hace un nudo en el estómago cuando llega una llamada o un mensaje, pensando en una pequeña posibilidad.
Ojalá pudiese haber guardado tu esencia, la fragancia que se quedó en el sofá, el olor de tus camisetas, y el tacto de tu espalda. Y en los momentos de debilidad desearía regresar al punto de partida, hacer buenas elecciones.
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