Nuestros recuerdos forman filas en mi caos para atacar a la remota posibilidad de un relativo olvido. Y volamos mucho más alto durante meses de lo que cualquier droga pueda lanzarme unas horas.
Siempre fue, desde el primer hasta el último día, la persona en la que mejor he invertido mis risas. La única persona con la que he sentido que no éramos un puto matrimonio lleno de fracasos, enigmas y compromisos que cualquiera se cansa de cumplir.
Al final, por una cosa o por otra, tuvimos otros enigmas y misterios sin resolver. Se murió lo que había, ya no existía ningún remedio posible. Pero tengo que confesar, que aún así, es maravilloso sentir que no estás con alguien que se dedica únicamente a quererte y a follarte. Descubrir que detrás de esa piel hay un igual, un sinónimo tuyo, un amigo, es sorprendente.
¿Cómo hemos sobrevivido sin besarnos? ¿Cómo hemos vivido hasta hoy sin habernos encontrado, sin habernos conocido, sin habernos empapado?
Olvídate de quemar cortinas, de dormir en los portales, de bebernos las mentiras y comernos las verdades. Olvídate de las noches más frías, de dibujar sobre cristales, de sudar las despedidas y de jugar a ser mortales.
Una vez en la calle caminé con decisión entre la contaminación. Tenías los ojos tristes, los zapatos viejos y nadie me quería. Pero tenía cosas que hacer.